¡Osaka! Luego de varias horas de vuelo, subtes, trenes y un poco de caminata llegamos, llenos de intriga y felicidad, a nuestro primer departamento en Japón.
La noche se hizo larga. Invadidos por el cansancio pero sin sueño, víctimas de un jet lagg rarísimo, antes de las 6 am ya estábamos con los ojos abiertos. Así fue nuestra primera noche nipona.
Entre vueltas y preguntas se hicieron las 10 de la mañana y nos pasó a buscar Yoshi, nuestro guía voluntario, un joven de 78 años quien se encargaría de llevarnos a recorrer la ciudad en nuestro primer día en Japón.
Sabio, sonriente, amable y muy correcto. Todo un profesional, que con su bolsito en mano y paso tranquilo, nos tuvo todo el día caminando, de lugar en lugar, historia tras historia, pregunta tras pregunta. Era como un amigo que hace mucho que no veíamos y nos estábamos poniendo al día.
Entre charlas, confusiones del idioma y muchas risas nos llevó a probar uno de los más ricos ramen de nuestras vidas. Mejoramos la técnica de como agarrar los palillos y nos enteramos que el vaso de agua en los restaurantes japoneses ¡es gratis!
Ya en el final del recorrido nos alejamos del caos de la ciudad y nos perdimos en un jardín donde se respiraba verdadera armonía. Había tanto que contemplar que cualquier palabra estaba de más.
Dentro del jardín nos llamó la atención una casita de té. Yoshi nos invitó a pasar y casi sin darnos cuenta estábamos inmersos en una íntima ceremonia del té. Sabores, colores, texturas y mucho respeto. Sin duda ese fue el mejor final para el mejor comienzo de nuestra aventura en Japón.
Nos despedimos de Yoshi siempre con una sonrisa y una caja de alfajores. No sabemos si los habrá probado, lo que si sabemos es que cuando volvamos a sus tierras le vamos a escribir para que nos pase a buscar a las 10 en punto y dar una vuelta por Osaka. ¡Nuestra hermosa y querida Osaka!